El uso y venta de sustancias alucinógenas en entornos escolares es una problemática que preocupa cada vez más a padres, cuidadores y las instituciones educativas. La complejidad de los entornos en los que se desenvuelven los niños, niñas y adolescentes es aprovechada por actores delincuenciales que han encontrado en los menores una forma de difusión y distribución de drogas, lo que agrava la situación y pone en riesgo el bienestar de toda la comunidad educativa.
Es fundamental que los padres y cuidadores sean conscientes de los factores de riesgo que rodean a sus hijos, pues la amenaza es real y está cada vez más presente en el entorno escolar. Las sustancias alucinógenas no solo llegan a los colegios a través de adultos, sino que también se infiltran utilizando a algunos menores como medios para su difusión. En muchos casos, estos niños y adolescentes, motivados por la obtención de ingresos, se ven involucrados en la distribución de drogas, lo que no solo afecta su rendimiento académico y su conducta, sino que los introduce a un círculo del que es difícil escapar.
La forma en que estas sustancias llegan a los menores es cada vez más sofisticada. Se ha identificado la presencia de drogas en productos que aparentan ser inofensivos, como dulces, vapeadores y bebidas. Este tipo de camuflaje hace aún más difícil su detección tanto por parte de los padres como de las instituciones educativas. Por ello, la vigilancia y la coordinación entre las escuelas y las autoridades deben ser constantes para poder prevenir y combatir este fenómeno.
La exposición a sustancias alucinógenas abre la puerta a que los menores no solo se conviertan en consumidores, sino también en distribuidores, lo que complica aún más la situación. A medida que se adentran en este mundo, conocen nuevas personas y medios para obtener las sustancias, lo que los hace más vulnerables y propensos a continuar en ese ciclo.
Ante esta realidad, es vital que los padres, cuidadores y profesores aprendan a identificar señales de alerta en los menores. Cambios en el comportamiento, una caída en el rendimiento académico, nuevas amistades, la adquisición de objetos fuera de su capacidad económica o la venta y pérdida de pertenencias son indicativos de que algo no está bien. Estas señales pueden ser la primera pista de que un niño o adolescente está siendo influenciado por el consumo o distribución de drogas.
Es crucial no solo detectar estos cambios, sino también mantener una comunicación abierta y constante con los menores. Hablar de manera directa sobre los riesgos del consumo de sustancias alucinógenas y la influencia negativa que puede tener en su vida es una herramienta poderosa para prevenir. Sin embargo, esta conversación no debe limitarse a la escuela o a las instituciones; debe comenzar en casa. Los padres no pueden delegar toda la responsabilidad a los profesores o al colegio, sino que deben ser actores activos en la vida de sus hijos, interviniendo de forma proactiva y sin estigmatizar a aquellos menores que ya están siendo afectados.
La educación en casa sobre este tema, combinada con una vigilancia activa y la participación de las autoridades competentes, es la clave para proteger a los menores de esta amenaza creciente. Enfrentar esta situación requiere un esfuerzo conjunto entre padres, profesores, instituciones y autoridades, quienes deben trabajar de la mano para generar espacios seguros en los entornos escolares.
Coopevian, como una empresa dedicada a la seguridad, ofrece servicios especializados que pueden ayudar a las instituciones educativas a implementar sistemas de vigilancia más efectivos y coordinar esfuerzos con las autoridades para combatir este problema. La protección de los menores y el mantenimiento de un entorno escolar seguro es una tarea que debe involucrar a toda la comunidad.